La ternura con la que el marketing ha fantaseado con la realidad empírica toda la vida haciendo pleno uso en eras del consumo, tiene cabida en toda persona que se preste meramente a contemplarla por pocos segundos en todos los medios dispuestos para ello, voluntaria o involuntariamente: la televisión, una valla publicitaria, una revista, un periódico. Difícilmente puedas esquivarlo a no ser que vivas aislado en la granja más recóndita del planeta sin compañía humana varios kilómetros a la redonda.
Que seas presa de la ternura del marketing tampoco tacha a nadie de ingenuo: no es que no sepas ver de fondo el engaño o su defecto, las interesadas intenciones de estos psicólogos del consumo. Pero siempre cala por su emotividad, al menos siempre existe una empatía directa con ella.
El motivo de esta introducción, es el recuerdo de una campaña de marketing que la poderosa marca Coca-Cola realizó en 1993 a la que me ha llevado una fotografía con la que he topado recientemente. Se trata de la fotografía de un oso polar con una parte de su cuerpo recostado sobre un borde, saliendo del agua, con una botella desechada de Coca-Cola reutilizada por el animal, que la sujeta entre su hocico y sus garras. El impacto de esta foto es de un inmediato rechazo, ¿lo sientes tú igual? La cercanía entre un producto desechado en basura que de nuestra grandes cadenas de hiperproducción, y el animal polar tan simbólicamente inmaculado como una de las especies más frágiles ante nuestro terrorismo climático, se presta bizarra, aberrante y sobre todo nos hace sentir responsables de nuestra forma de vida en un planeta que compartimos con alguien más que el resto de los humanos.
¿Cómo demonios fue a parar esa botella de refresco vacía y consumida a las garras del animal en alguna parte recóndita de los polos donde habitan estos mamíferos?
El flashback a cierto spot de televisión emitido hace algunos años es irremediable. Aquel anuncio de televisión fue una idea de Ken Stewart, por entonces director de Marketing, Distribución y Creatividad Publicitaria de la compañía en 1993. El spot, conocido en EEUU como "Northern Lights" es ampliamente considerado como uno de los mejores anuncios de Coca Cola de todos los tiempos.
La empatía de los televidentes fue enorme: un animal sagrado y tierno, la limpieza de su blancura, la ternura de su sonrisa, la sensibilidad de ver a un grupo de osos sentados mientras contemplan la aurora boreal en la noche ártica mientras beben una Coca-cola era una idea de lo más poderosa.
El contraste de la imagen contrapuesta que encabeza esta entrada que escribo aquí, me da señales de algo que está roto. La del sueño alimentado por las ilusiones de nuestra infancia, pero cuyas realidades van rompiendo y borrando la belleza que de él recordamos paralelamente a nuestra madurez. La chocante aceptación de que las fantasías de un imaginario donde la publicidad encuentra la fuente de todo su éxito, es al mismo tiempo la parte más oscura de una forma de vida mal planteada en un planeta, y de cuyo daño irreversible tomaremos la conciencia requerida demasiado tarde de seguir a este ritmo.
Un giro no esperado
Hasta aquí, he expresado las sensaciones y percepciones que tenido desde el encuentro y el recuerdo de ambas imágenes contrapuestas. Es algo que pueden compartir muchos lectores que hayan leído lo que he escrito. La crítica a una sociedad egoísta y a una más que excesiva cultura del consumo mucho más allá de lo necesitado, es visiblemente ya un pensamiento que une a buena parte del población mundial.
Sin embargo, obtuve una pequeña sorpresa mientras indagaba en el origen de las imágenes y las fuentes que leí para escribir este artículo. Y es que la imagen del oso aferrado a un envase de plástico no es tan dramática como parece, al menos siendo conocedor del caso en concreto.
La imagen del animal es una fotografía tomada por Ilya Naymushin, para la agencia REUTERS. Se trata de Aurora. Es una osa polar (de 3 años de edad en el momento de la fotografía) que vive desde 2010 en el Royev Ruchey Zoo, en la ciudad de Krasnoyarsk, Siberia, en Rusia. Fue encontrada junto a su hermana en el Océano Ártico, en la costa de la península de Taymyr. Entonces estaban solas, sin su madre, en un lugar que duramente les prometiera la supervivencia sin la protección maternal.
En la fotografía, Aurora no es el icono de la lucha contra el cambio climático contaminada ni intoxicada por el desecho de nuestros plásticos. Si observamos, la osa está semisumergida en lo que parece una piscina, esos bordes no son los de ningún glaciar ni bloque de hielo del ártico.
Aurora está sencillamente jugando con su botella de plástico, sin más, y se le ve feliz.
El hombre, esta vez, apareció en el momento oportuno en pro de salvar la vida del animal para preservar la existencia de los ejemplares ante una más que probable muerte. Los cuidados que recibe en el zoo donde habita feliz y cómoda con dos osos más, contrasta ahora como una leve respuesta a la desequilibrada convivencia que trazamos con el mundo animal y el daño que hacemos al habitat de los polares, entre varios otros.
Conviene indagar en lo que vemos, conviene hacer siempre una doble lectura, conviene dudar sin complejos de lo que nos encontramos, porque podemos toparnos con giros que nos lleven a una segunda verdad, o sencillamente a una veracidad contrastada con más información de hechos antes de impulsarnos en opiniones sostenidas en emociones artificiales o reales.
Fuentes:
https://journey.coca-cola.com/historias/la-historia-de-los-osos-polares-de-coca-cola-como-el-mejor-amigo-del-hombre-ofrecio-la-inspiraci-n-creativa-tras-los-queridos-icono
http://pictures.reuters.com/archive/RUSSIA-ANIMALS--D1BESVHSAZAA.html
https://actualidad.rt.com/actualidad/243397-toneladas-plastico-oceanos-mapa
https://www.taringa.net/posts/imagenes/17842085/Megapost-Fotos-Espectaculares-de-Animales.html
https://sipse.com/mundo/contaminacion-mares-plastico-mundo-mapa-sailing-seas-of-plastic-260033.html