Pienso en abandonar el diseño. Es una idea triste, quizás. El tiempo que llevo derrapando en esta profesión comienza a oler demasiado a goma quemado. Lo que aquí escribo no representa a ningún colectivo en el que me pretenda escudar, excusar, ni refugiar. Mi relato es de carácter personal, individual, y aunque los conocidos y comunes problemas del sector le puedan sonar en este texto, creo que la ocasión merece expresar con sinceridad, que mi derrumbe no solo se debe a lo profesional.
Desde hace casi ocho años trabajo como diseñador gráfico en Madrid, por cuenta ajena. A los pocos meses de comenzar a trabajar en la empresa, me percaté de que mis funciones no serían la aventurita que cualquier persona dedicada al diseño espera tener. Sin tratar de cebarme con la marca que me contrató, puedo resumir con breves palabras que han terminado por quemarme. Un golpe de buena suerte me hizo volver a encontrar un empleo en Madrid tras mi experiencia en el extranjero. El mismo golpe de suerte, me hizo dar con un empresa en la que, aunque me gano el sueldo que me da de comer, me ha ido consumiendo hasta reducirme en un residuo. Así me siento, como un residuo. El esfuerzo de mi tiempo ha sido total, no obstante fue imposible la entregarme a mis labores. No es posible darlo todo en un lugar que desecha tus capacidades. Me han aprovechado mal, en profesionalidad y/o creatividad. Pero no son ellos los afectados, ni mucho menos. El afectado soy yo. Sí que han aprovechado bastante bien el débil y rentable salario por el que, a través de mi empleo, han obtenido años de productividad y beneficio, sin que ello tuviera un reflejo en mis ganancias.
En estos años he tenido impulsos para iniciar otro rumbo. Encontrar otro lugar donde la función de un diseñador gráfico no quede en la de un mero técnico de programas de diseño que maniobra líneas de trabajo ya establecidas lejos de criterios que ayuden a mejorar, y otras gestiones periféricas que el diseñador no tiene por que realizar, pero que van con calzador en el puesto. La búsqueda de una nueva etapa, conllevaba unas expectativas que pronto se estrellaban con la realidad de un mercado laboral precario, cutre e irritante. No tardaba en bajar los brazos apenas días después de comenzar a mirar páginas web de ofertas de empleo.
Suele repetirse con frecuencia un tipo de oferta, publicada con el efectismo de los fuegos artificiales: brillo en tus ojos que se va desvanecimiento hacia un vacío frustrante. Madrid, capital del reino. La élite muscular del poder empresarial, modernidad y vanguardia, todo muy cool. Agencias y empresas que en sus anuncios presumen de proyectos para marcas muy importantes a nivel nacional e internacional. Estas ofertas de empleo suelen buscar, así redactan de una forma u otra, un "todoterreno" del diseño, una persona muy puesta en las "últimas tendencias", que esté a la cabeza de todo lo que se haga hoy. El perfil solicitado debe tener conocimientos, formación y experiencia en todo el abanico de disciplinas del diseño, es decir, necesitas ser un trotamúsico que lo toque todo a la vez. Quieren el diseñador/ra supersayan. La visión del equipo formado por personas especializadas en los campos que requiere el mundo de la imagen se queda (muy evidente en los últimos veinte años) en figuras únicas con una amplitud de capacidades de 360º. Debes ser diseñador gráfico, pero también videográfo, y ojo, no solo editor, sino tener un nivel importante en postproducción y/o animación. Debes ser también avanzado en el diseño de la interfaz de usuario, pero también en UX. No hay que dejar atrás también, que te tendrán muy en cuenta si además tienes dotes de ilustrador, dibujante, sí. Debes estar al loro de la última moda en todo lo referente a redes sociales, también valorarán tus conocimientos en publicidad, porque vas a hacer de copy writer sí o sí. Pero no te quedas ahí, también debes domar CMS, tienda online, maquetación CSS, e incluso programación. Saben que no podrán pedirte mucho de esto último, pero ya te piden que sepas algo.
A todo esto, has de sumar que serás tú quien deba atender a los clientes, llevar los "timings", dar la cara con los proyectos que surjan al mismo tiempo sin que el ritmo de trabajo colapse, debes estar acostumbrado a trabajar bajo presión en plazos de entrega muy cortos. Sobre esto, incluso esperan que te muevas de forma natural, porque será la naturaleza en la que vas a embarcarte. Normalizar el estrés, dicho de otra forma. A esto, ellos lo llaman "buscamos un apasionado del diseño". Rescatan quizás el romanticismo del trabajador al que la palabra explotación le venga pequeña, y que sienta casi como la líbido eso de entregar tu vida a interminables jornadas de estrés y donde te de igual cuarenta que ochenta horas semanales. Debes SER TODO eso si quieres entrar a formar parte de un proyecto de selección muy competitivo.
Paralelamente al desvanecimiento y la fátiga durante la lectura de este tipo de ofertas, esperas al menos tener un dato al final, que despeje muchas dudas a la hora de valorar si apuestas con sacrificio por la vacante o descartas con bastante seguridad una oferta que no es para ti: el salario.
Suelen ser frecuentes dos casos: En el primero, no publican el salario. A menudo, muchas empresas deciden no publicar el salario. Queda retrasado a la intimidad de, con suerte, una cita para entrevistarte presencialmente. Esto, podemos considerarlo como algo legítimo, incómodo para el explorador de ofertas pero útil para la empresa. Ellos esperan recibirte con una buena bienvenida en las oficinas, que conozcas el lugar, el entorno, el espacio de trabajo, que el trato cara a cara sea honesto, también ellos te conocerán a ti. La nueva oportunidad, esa ansiado o deseado trabajo con el que comenzar tu nueva etapa, eleva bastante el grado de aceptación por quienes buscan un nuevo empleo. El chasco viene cuando por educación, hablar del sueldo se queda al final de la entrevista. Tenerte frente ellos, puede ser un buena ocasión para que a pesar de no ofrecerte un buen salario, puedan ofrecerte otros beneficios, promesas sobre futuro, cierta renegociación, o simplemente humo. El empleo de tiempo y esfuerzo dedicado a interesarte por la oferta que no publicaba el salario, informarte de quiénes son, conocer la empresa a través de su web, prepararte un adecuada carta de presentación, conocer sus necesidades, sus proyectos, currarte un portafolio adaptado para la ocasión, puede irse al traste cuando solo al final te ofrecen una cifra que no cuadra con la categoría de empresa que ves a tu alrededor. Te han hecho perder el tiempo. No comprendo por qué no publican el salario que ofrecen junto a la oferta. ¿A qué tienen miedo?
En el segundo caso, publican un salario muy por debajo no solo de las expectativas, sino también por debajo de la decencia. La decepción es precoz a la vez que insorteable. 18.000, 20.000, 22.000 y 24.000 suelen ser las cifras de salario bruto anual que ofertan en webs como Infojobs, LinkedIn, Domestika y alguna más, para diseñadores gráficos en plena capital de España, la ciudad más cara del país. Estos salarios son a menudo poco o nada ajustados al balance de beneficios por los que las empresas del sector del diseño (y no solo diseño) suman cuantiosas ganancias millonarias. Es desde el único punto de vista desde el que se puede contemplar esto, un salario irritante. El máximo beneficio al precio más rentable: trabaja para grandes marcas pero a precio de peón. Necesitan trabajadores profesionales a la altura de sus proyectos, colocando el techo salario a la altura del betún, a quienes van a sacar el mayor partido pagando el mínimo establecido. Cifras que para cualquier habitante de Madrid resultan ajustadas e insuficientes para cubrir el gasto mensual y por supuesto, contar con un margen de ahorro vital que todo trabajador merece disponer. Llevar una vida normal, corriente, cubierta, digna. No es posible independizarse, no es posible que los bancos te tomen en serio mientras esperan que tu nómina coherente para acceder a una hipoteca, al borde de los 40 años.
La desgana ha acabado por azotarme por un tiempo tan prolongado, como el que empleo en asomarme por la ventana del mercado laboral, en este patio interior de los IT jobs donde supuestamente se encuentra el futuro; el de ellos claro, no el nuestro.
A punto de cumplir cuarenta años, llevo cerca de veinte años viviendo como un estudiante. Sí, compartiendo una vivienda en régimen de alquiler con más personas, ante la insuficiencia económica y evaporada expectativa de poder disponer ya a estas alturas de la vida adulta, una vivienda. Un sitio. Fijo. A solas. Independiente de mates, dejemos de romantizar la vivienda compartida al estilo Friends, que ya tenemos una edad, que de casa de mis padres ya me fui temprano. Más allá de la complicidad de buenos (y otro no tanto) compañeros/as de piso, entre ellos algunos amigos, hay una búsqueda natural y universal de querer tener un sitio propio, con tus pertenencias, tus costumbres, sin la obligada necesidad de tener que estar compartiendo una vivienda. La experiencia es positiva siendo joven, aprendes bastantes cosas de la vida compartida como estudiante o siendo otra cosa. Con los años la cosa cambia. Tú cambias. Pero eso no parece que vaya a cambiar con este panorama laboral, porque tampoco quieren que eso cambie, claro. El abismo que hay entre el abusivo precio de compra (y alquiler) y los salarios de hoy, se hacen una pesada cruz desde esta ciudad. También desde cualquier otra, pero entiéndame cuando les escribo desde aquí. Es descorazonador contemplar esto desde el filo de la empresa que deseo abandonar, y cuyo salario no es sueldo para un diseñador gráfico en Madrid, ni desde las ventanas de portales de empleo a los que me asomo con ganas de prenderle fuego a todo.
Cada vez merece menos esperanzas dedicarme al diseño mal pagado, y tristemente es el único que existe a mi alcance. Es para mí una cuestión que tiene que ver con la dignidad, el que no quiera dar mi valía ni mi talento creativo (lo mejor de mí en definitiva) si es que tenemos que tragar con esta basura de salarios. Para cobrar mal (lamento mi discurso derrotista) lo haré haciendo otro trabajo que no me suponga una entrega total, ni de tener ni la sensación de que juegan con mis expectativas vitales y profesionales.
Cada vez estoy más convencido de que los buenos trabajos se logran por otras vías, a través de contactos, de recomendaciones, de amigos y amigos de amigos o conocidos. Lo veo en la experiencia de amigos de mi entorno cercano de forma dispar, pero ocurre. No todos ellos tienen buenos trabajos, ni todos los que sí lo tienen llegaron mediante contactos, pero sí lo veo a menudo repetirse en los últimos años, y sobre todo, aquí en Madrid. Pero todo ello muy lejos del circuito mercantil de las ofertas de empleo publicadas en webs que parecen venderte la crèam de la crèam.
Sé que vivo con un frustración arrastrada desde hace tiempo, y eso consume a cualquiera si se prolonga demasiado. He llegado al límite con mi empresa, no puedo ni quiero estar un día más. Me está consumiendo el hecho de ir día tras año (permítanme esta elipsis lírica, todo me parece vertiginoso) dejándome todo el tiempo de mi vida en algo inservible y que está deteriorando mi salud. Consume mis días hasta dejarme sin tiempo que emplear en planear aunque fuera, mi huida. El desgaste que yo siento me desajusta por completo. He perdido interés por las cosas, atención a quienes me hablan, compromisos con nadie, y sobre todo hace que yo no pueda dar lo mejor de mí. Prueba de ello es este mismo artículo.